miércoles, 17 de marzo de 2010

Kioto (1)

Viviendo seis meses en Japón desde luego no podíamos dejar de visitar Kioto, la ciudad donde se puede encontrar lo más tradicional de la cultura japonesa.

Desde luego lo primero que es necesario al llegar es pensar cuánto tiempo tienes y cuáles son los templos, monasterios, parques, calles y barrios que no te quieres perder. Es imposible ver todo, de hecho es imposible incluso ver todo lo importante. Por eso, no queda más remedio que empollarte la guía y preparar las rutas por anticipado

Aprovechando la visita de mis padres, planeamos pasar allí dos días, por lo que nos teníamos que organizar bien, y levantarnos bien temprano para que cundieran los días. Sobre todo, porque la mayoría de los templos cierran en torno a las 17:00.

Además no hablamos de una ciudad pequeña, por lo que no todo está a tiro de piedra, y hay que coger autobuses para llegar a algunos lugares… aunque nosotros básicamente andamos y andamos sin parar!

La llegada a Kioto te deja sorprendido porque la propia Estación es un edificio imponente. Acto seguido, justo a la salida, la torre de Kioto. Al llegar con la idea de que todo serán templos y casitas antiguas, encontrarte con esto deja un poco sorprendido, aunque en cuanto das dos pasos los templos salen a tu encuentro y los edificios altos y los neones se van convirtiendo en pequeñas casas a lo largo de estrechas e interminables callejuelas.


El primer día pusimos rumbo al este de la ciudad, comenzando nuestra ruta en el Ginkaku-ji, conocido como el “Pabellón de Plata”. Un templo budista ubicado en mitad de un paraje excepcional: con un lago en el que se refleja en templo, jardines cubiertos de musgo y un jardín Zen de arena, meticulosamente rastrillado.




Desde aquí comienza el llamado “camino de la filosofía”, un recorrido de unos 30 minutos a lo largo de un canal, flanqueado de árboles, salpicado de templos a pocos metros y rodeado lo que pueden ser desde  sencillas casas tradicionales hasta inmensas mansiones, pero todas ellas manteniendo el entorno y aportando al conjunto un aire bohemio.




Al final de este paseo se encuentran otro par de templos importantes, Eikan-do, con una pagoda en mitad de la montaña y un lago muy chulo, y Nanzen-ji, con un estilo un poco diferente a los anteriores.




Después de unas cuantas calles y de comer para dejar a los pies descansar un poco, continuamos la ruta hacia Chion-in, cuya su puerta de acceso y su campana son las más grandes de Japón.




Unido a este último se encuentra Maruyama-koen, un parque precioso, con cascadas, lagos y árboles preparándose ya para el Sakura, y lleno de gente aprovechando el sol y paseando, muchos de ellos vistiendo sus kimonos. Un lugar perfecto que aprovechamos para descansar y tomar un heladito viendo a la gente desfilar de acá para allá…



Al otro lado del parque se encuentra Yasaka-jinja, exhibiendo el color rojo intenso característico de los santuarios sintoístas, a diferencia de la madera más oscura típica de los templos budistas.



A partir de ahí cruzando una gran torii se entra en los barrios de Ninen-zaka y Sannen-zaka. Una sucesión de calles laberínticas con preciosas casas antiguas de madera, y con los tejados típicos japoneses. Es una maravilla perderse entre ellas y volver al Japón de años atrás, ese lado que habíamos buscado en Tokio y no habíamos podido encontrar. Con suerte puedes encontrarte incluso alguna sorpresa, como alguna maiko (aprendiz de Geisha).



Además de la arquitectura, el ambiente se ve ensalzado por las pequeñas tiendas, los balcones, el olor a dulces recién horneados y sobre todo por la gente, entremezclada entre la multitud con sus kimonos y yukatas. .



Camino arriba por estas calles te encuentras con Kiyomizu-dera, un gran templo en lo alto de una colina, con una vista espectacular de toda la ciudad.



Casi sin darnos cuenta, de calle en calle aparecimos en el que es seguramente el barrio más conocido de Kioto, el barrio de Gion, famoso por alojar a las geishas detrás de las puertas de sus casas de madera anunciadas por sus reconocibles farolillos rojos. A estas horas por la noche no había prácticamente nadie recorriendo sus calles. 


El barrio esta partido por la mitad por una gran avenida atestada de gente y llena de coches y neones, que supone un contraste tremendo que te deja medio descolocado. Sin embargo, el estilo característico de Gion continúa al otro lado brindando algunas de sus calles más bonitas a lo largo de un estrecho canal.



Así pusimos fin a un día infinito, y tras cenar shabu-shabu, marchamos al hotel a coger fuerzas para la segunda jornada...

1 comentario:

  1. joe de verdad que da gusto leer el blog, como os lo estáis currando guapos :)
    Un besazo!

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